La instrucción se parecía a la educación de los jesuitas. Rigurosa, inclemente, pero no está mal pasar por ella. Al menos me enseñaba que la filosofía era un trabajo, que leer no era un placer sino un esfuerzo, que la libertad de pensamiento exige subordinación y valor, y que la comprension de un texto lleva tiempo, y, aunque parezca una broma, hasta su incomprensión también, lleva mucho tiempo.
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