lunes, 2 de noviembre de 2009

1998-¿?

Llegó a casa en el verano de 1998, Elton Castel del Monte, prontamente llamado Brock. Brock, broqui, negro, negrito, policía, un perro humanizado. Mi ovejero alemán, mi brocky. Dueño de un carácter único, se alegraba cuando llegabas a casa, cuando lo corrías para sacarle algo que te había robado.

Subestimaba su tamaño, sus 50kg y lograba ubicarse justo en el punto estratégico donde todos tenían que pasar. Te vigilaba, todo el día, te vigilaba como si fueses su oveja, con los ojos, con las lunitas de sus ojos escudriñaba todos tus movimientos. Si te ibas de la habitación, no, no te seguía, era muy vago para pararse: usaba sus orejas como radar.

Si nos peleábamos entre hermanos, intervenía aleatoriamente, casi siempre apoyado al más fuerte.

Le gustaba que le acariciara detrás de la oreja, vicio que cuanto más viejo era más le gustaba. Amaba las servilletas de papel por sobre la carne roja. Tenía debilidad por las muchedumbres, de gente, de amigos, quería estar en el centro pero sin molestar.

De los humanos reconocía algunas palabras: "campo", "vamos", "vamos a pasear", "vamos a dormir", "comer", "pata" y "saltar". No entendía preguntas capciosas como "¿vos sos brock?", a lo que respondía girando la cabeza para un lado y para el otro como preguntándote "sí boludo, ¿quién voy a ser, tu vieja?".

Tenía muchos amigos, que lo fueron queriendo más con el tiempo; algunos enemigos, un rotwiler y un cocker. No se relacionaba bien con los otros perros, no los entendía, estoy seguro que se preguntaba por qué estaban todos tan contentos, por qué corrían; te miraba como preguntándote "¿y ahora qué hago?" cuando todos los perros lo empezaban a correr.

Era zurdo, cuando te daba la pata tiraba la izquierda. Se subía al banco y robaba lo que había en la mesa. Se escapó dos veces, se comió tres bombachas y una media, tuvo una operación, no tuvo hijos conocidos, donó sangre y salvó a una perra de la camilla de al lado dándole su sangre y lo hizo contento, viajó con nosotros a Punta del Este, cuando tenía que hacer dos se bajaba de la vereda a la calle solo, ladraba cuando viajábamos en el auto y hacía temblar todo, me mordió una vez, trató de morderme otra vez más, los huesos de cuero le duraban dos horas, tenía tres cuchas conocidas, tres tonos de ladrido, el ladrido de comida, el ladrido agresivo y el ladrido histérico, tenía debilidad por las perras más chiquitas y por lamer orín de la calle, se subía a la cama y corría en círculos, era imposible sacarlo, parecía muy feliz, realmente estaba contento cuando lo hacía, cuando entraba a mi cuarto siempre iba al tacho de basura antes de saludarme para robarme pañuelos descartables, se limpiaba los ojos con tu pantalón, o la boca después de comer, era muy cariñoso, era mi perro, era brocky.

Nos deja doce años de cariño, un collar verde con los teléfonos de su casa, de nuestra casa, media caja con comida, platos de perro, un hueso de cuero a medio terminar y muchísimas historias que compartimos entre todos lo que lo quisimos como una de las personas más queridas y más fieles que pudo rodearnos.

Te quiero Brock, mi ovejero alemán.